

MARÍA RODRÍGUEZ

JOSÉ MATAS CRESPO

DAVID MONTEAGUDO
Mientras leía un libro tras otro (empezó a los once años), estudió primero en la escuela y después en el instituto, y empezó la carrera de filología, pero lo dejó en el segundo curso. Lo importante en su vida era lo otro, las aficiones a las que se dedicaba en cuerpo y alma, y que le llevaron a ser primero corredor de maratones (cuando muy pocos lo hacían), y después casteller. Entretanto, se ganaba la vida desempeñando los trabajos más diversos: monitor de educación física, soldador, montador de stands, lo que hiciera falta. Pero seguía leyendo.
A los 40 años empezó a escribir, a los 47 a publicar, y a los 48 se hizo escritor, es decir, dejó el trabajo de maquinista en la fábrica en la que, según todos los indicios, estaba destinado a jubilarse. Desde entonces, paradójicamente, escribe menos.
Compañero de Olga desde el 86, tiene dos hijos, Lluís y David. Individualista y solitario por naturaleza, vive en familia, y rodeado de gente, en Vilafranca del Penedès.
No tiene patria, pero todavía aspira a que le hagan un hueco en la república universal e intemporal de las letras.
